domingo, 19 de julio de 2015

Ecos de la ciudad sin miedo:

Pon en mi boca un cepo.
Para que mis labios se rompan,como se rompe la tierra seca.
Para que se me cierren las encías
y me sangren las palabras.
Gota a gota,letra a letra
con tinta roja escribiré la palabra libertad en las aceras.
Y poemas que se ahoguen entre versos
como náufragos,
en medio de un océano de fieras,
que esperan la caída de la paloma herida
con sus fauces abiertas.

Cortarme las alas para que no vuele.
¡No! Que no vuele.
Que no pueda tocar el cielo.
Que no pueda uir de mi jaula de cristal y cemento.
Cuyos barrotes son pezuñas de cerdo.
Y cuyo candado sea una garra de águila cerrando un corazón abierto.
Pero aun prisionera y sin alas,
Yo volare alto ¡Muy alto!.
Paloma de humo,fénix herido entre los tiempos.

Sacarme los ojos,
para que no vea a los gallos rojos lanzarse como flechas incendiarias
contra los toros de caucho.
Ni a los corderos caminar ciegos hacia un barranco,
en cuyo precipicio hay miles de hormigas
con sus pinzas boca arriba.

Torturarme de mil maneras.
Arrancarme la lengua como una tenaza de fuego.
Levantarme las uñas con el pico de un poyuelo hambriento.
Y separame la piel del cuerpo
para cubrir con ella los campos del silencio.

Con mi sangre pintare un horizonte color rojo.
Un horizonte en donde el sol,
sea una estrella que no se extinga nunca.
Y en donde las nubes tengan el rostro de los desaparecidos de la guerra.
El de los niños tristes,y el de la miseria.


Mutilar mi cuerpo.
Y arrojarlo si queréis a la fosa donde se consume el olvido
en medio de un páramo de rosas secas.
Donde agonizan sus espinas clavadas en mis muñecas.


Pero dejarme que muera,
en el páramo de las libertades.
Aunque ya solo sea un pulso,
dejarme morir siendo ese grito de esperanza.
Que resuene entre los muros de la ciudad sin miedo.

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