Marie,
-réquiem de primavera
sobre base de tango,
brisa anaranjada y azaharosa,
lirio que tiende a infinito-
se duerme en las orillas de los charcos
tarareando el vals de la muerte.
Le agarra la mano a un hombre
se quema los dedos y baila
un, dos, tres, cuatro.
Le mira directamente a las cuencas;
Con el vestido roza el hielo y
un, dos, tres, cuatro.
Se lleva a los labios la copa;
Cierra los ojos y
templa la brisa con el un, dos, tres...
Una botella de vino dulce
rueda por la ladera y acaba en el río,
improvisado altar de las hormigas
que bendicen el milagro de la primavera.
El tañido de campanas
despierta Nôtre Dame.
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