jueves, 24 de febrero de 2011


¿Y si me pongo el agua? Si empiezo con el agua, y al agua voy y vengo y agua en agua me hago y en el agua mi agua me la pongo por dentro, si al agua voy y vengo, ¿así podré?

Si me pongo mi vaso, me lo llevo a la boca, me mojo los cachetes, me peino bien el pelo todo limpio y mojado y brillantino, ¿así sí puedo?

Y si luego del agua me hago un zumo, un zumo todo agua sabor agua con extracto de agua y chiste viejo y no sé que añadirle, si empiezo y pues me mojo y enredo y nado y me buceo y me ahogo y me salvo y sobrevivo, ¿así sí, pues?

El diente que me duele, si lo bebo con agua y lo diluyo y lavo y lo meto en el mar y me lo llevo al río y merendamos, ¿se pone bien mi diente? ¿Me deja de doler si me lo mojo?

Y esa chica tan mona, pero tan seca y dura y displicente y borde, si la cojo y la empapo y le escribo y la mojo y palabra a palabra le convierto en cascada y en torrente y en mar y en oceánida, ¿esa chica si es agua ya vale para mí?

Vale, todo genial, pero entonces ¿el fuego? ¿Qué me le hago al fuego? El fuego con que escribo o escribía ¿me lo apago?

Todo pues muy bonito: el agua es vida, bien, sé tierno, sé sensible, sé voluble, sé blando, estate fuerte y vivo en tu blandura y el junco no se rompe porque lleva agua dentro y se dobla y no se rompe, “resistiré”, decían, pero el fuego, ¿el fuego me lo apago?

Vale, ¿y dónde me voy yo sin mi fuego? ¿Dónde caramba escribo sin mi fuego? Todo mojado y lindo y comprensivo y fuerte y junco blando y las chicas enteras todas agua buscando cataratas en ti y en tus palabras y en tus ojos y el cuerpo, todo maravilloso, ¿pero el fuego? ¿Dónde caramba pongo tanto fuego?

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